1 ago 2019

Tanzania

En mi ordenador tengo una carpeta llamada travel and mountains, con subcarpetas donde a lo largo del tiempo he ido guardando información sobre esos viajes que siempre he soñado hacer. Una de esas carpetas se llama Tanzania, y contiene algún documento del 2001 sobre el Kilimanjaro. Unos 20 años he tardado en cumplir este sueño de viaje.

Durante los preparativos para el viaje nos pasó una cosa curiosa. Resulta que Gigi estaba trabajando en Roquetes, una compañera de trabajo le dijo que conocía a un Tanzano que vive desde hace unos años en Barcelona. Este chico, llamado Kc, accedió a que le conociéramos y le explicáramos nuestra idea de viaje.

Al cabo de unos días de conocer a Kc y su simpática hija Alice, nos dijo que teníamos que ir a conocer a una hermana suya, Zanura. Allí que fuimos un día, a conocer a Zanura, una encantadora y guapísima Tanzana que vive por la zona de La Garriga. A Zanura se le iluminaban los ojos hablando de su país, y al cabo de unos días nos puso en contacto con Sandy, también conocido como Zebra. Sandy està afincado en Cataluña, pero trabaja como guía en Tanzania durante la temporada, posee su propia agencia, Lilac Safari, y también nos ayudaría con la ascensión al Kilimanjaro.

Intentaremos relatar cronológicamente como fue nuestro estancia en Tanzania, pero como fueron cinco intensas semanas, seguro que se nos quedaran muchas cosas en el tintero. Además, en este post solamente veis una pequeñísima parte de las fotos que hicimos. Al final os pongo un enlace a una carpeta con una selección más extensa. La calidad de la mayoría de las fotos no es buena, en parte porque no somos fotógrafos, y en parte porque nuestro material no es nada profesional, sino todo lo contrario. Sin embargo, cada una de ellas nos sirve para inmortalizar momentos únicos que nos encanta recordar.

Volamos directamente al aeropuerto Kilimanjaro, a donde nos vino a buscar Amos, quien sería nuestro guia en el Kilimanjaro. Fuimos al hotel, en Moshi, y como hacía rato que ya era de noche, salimos a buscar un bocado antes de ir a dormir. En un tenderete cercano tuvimos nuestro primer contacto con las samosas. Casi sin poder hacernos a la idea de que ya estábamos en Tanzania, volvimos al hotel para preparar las bolsas. Las cosas de safari y de playa se quedaban en el hotel, mientras que en el petate y las mochilas nos llevaríamos lo necesario para el intento al Kilimanjaro.

A la mañana siguiente fuimos en una preciosa y localmente típica Toyota Hiace hasta una de las entradas del parque nacional del Kilimanjaro, la Rongai Gate. En total fue una semana de expedición, pasando por los campos Sekimba, Kikelewa Caves, Mawenzi Tarn, Kibo Hut, y finalmente la cima del Kilimanjaro.

Desafortunadamente, a pesar de ir bastante bien preparados, Gigi reaccionó mal a la altitud después de llegar al campo Mawenzi Tarn, a unos 4300m. Sin tiempo para recuperarse, tuvimos unas horas inciertas hasta que tomamos la decisión de dividir el grupo. Gigi bajaria con Amos y dos porteadores, mientras que yo y el resto del grupo intentaríamos seguir.

Del resto de la ascensión, solo explicaré que hice cumbre, pero no entiendo la obsesión que tiene la gente por llegar a la cima del Kilimanjaro para ver salir el sol. Conseguir eso significa salir del campamento a medianoche, caminar durante toda la noche sin ver absolutamente nada, y no aguantar mucho en la cumbre porque a esas tempranas horas hace frio y hay que moverse. En mi opinión, sería todo mucho más lógico si se sale del campamento hacia las 3, o incluso las 4 de la mañana. El objetivo no es ver la salida del sol desde la cumbre, el objetivo es llegar a la cumbre!

En cualquier caso, después de estar un rato en la cumbre del Uhuru Peak (5895m), nombre que significa libertad en Kiswahili, ya sabía que esa cumbre me dejaría un sabor agridulce, ya que faltaba Gigi. Desde entonces, ya ha salido en la conversación un par de veces volver, para poder subir juntos.

La bajada la hicimos por la ruta Marangu, también denominada la ruta de la Coca Cola por ser la única que tiene refugios en los campamentos, y la más gradual desde el punto de vista del terreno. Aunque teóricamente también es la más popular, a mi me pareció que había muy poca gente. Después de hacer una noche en el campo Horombo, al mediodía siguiente nos encontramos en la puerta Marangu con Gigi, que estaba completamente recuperada de su episodio de mal de altura.

Tras los abrazos y besos correspondientes, cargamos todo en otra Toyota Hiace, nos despedimos del Kili, fuimos dejando a los diferentes miembros del equipo por el camino, y acabamos en un hotel a las afueras de Arusha, donde nos encontramos con Sandy. Allí, se repetía el mismo patrón que el primer día. Empaquetamos las cosas de montaña y playa para dejarlas en el hotel, y ponemos en las mochilas los prismáticos, los chalecos y las máquinas de fotos para iniciar la aventura del safari africano! Sandy, perfecto conocedor de todos los parques, nos preparó una ruta de una semana, durante la cual, y en orden cronológico, visitaríamos los parques del Lago Manyara, el Serengueti, el cráter del Ngorongoro, y Tarangire. Las palabras no harían justicia al torbellino de sentimientos, sensaciones y vivencias de una experiencia de esta magnitud.

Nos ha costado horrores hacer la selección de las fotografías que queríamos incluir, ya que allá donde mirabas, había un animal, o dos, o tres, y en aquel momento pensabas que quizás no lo volverías a ver en aquella posición de nuevo. Jirafas, elefantes, leones, leonas, guepardos, leopardos, hienas, hipopótamos, beduinos, impalas, avestruces, búfalos... No pudimos tener un guía mejor que Sandy, o Zebra, como le llaman en su tierra, y nuestro fantástico e inigualable cocinero Babatao.

Todos los parques que visitamos fueron increibles, pero por extensión, diversidad, sentimiento de estar totalmente rodeado de sabana africana, y libertad, el parque estrella es el Serengueti. De hecho, en este parque fue donde en uno de los campamentos que estuvimos durmiendo en tienda, Tumbili Camping Site, al salir de la ducha a Gigi le pasó una hiena por delante como si fuera un perrito. Y es que los campings no tienen ningún tipo de barrera ni cercado.

Ahora bien, si el Serengueti fue el parque más impactante, el camping más espectacular fue el Migombani camp, situado delante de la puerta de entrada del parque del Lago Manyara. El camping está situado en un alto desde donde se divisa gran parte del lago, y está salpicado de grandes boabads, cosa que lo hace único.

Al acabar la ruta de safaris, había que volver a Arusha. Le pedimos a Sandy que nos dejara en algún sitio céntrico y económico, y así nos encontramos en el hotel Natron Palace de Arusha, justo al lado de la céntrica estación de autobuses.

Nosotros no lo sabíamos, pero al día siguiente negociamos un precio por noche y nuestra habitación se convirtió en nuestro centro de operaciones para el resto del viaje, tres semanas para las cuales teníamos algunas ideas, pero no habíamos programado absolutamente nada.

Cuando nos despedimos del equipo al bajar del Kili, nos intercambiamos números de teléfono y email con algunos de los porteadores. Aydid fue uno de ellos, y un dia quedamos para dar una vuelta con él. Después de todos estos días de expedición y safaris, en un país donde hay que negociar y regatear absolutamente todo, no nos iba mal que una persona local nos diera alguna referencia sobre el precio de las cosas.

También, casi sin pensarlo, nos dimos cuenta que ya íbamos estableciendo algunos lugares como fijos, por ejemplo para comer o cenar, o para tomar un té, o tomar una cerveza La inmensa mayoria de los turistas viajan a Tanzania en una burbuja. A nosotros, después de unos días, ya había algunos Tanzanos cercanos al hotel que, de vernos pasar, hasta nos saludaban.

Una de las primeras cosas que hicimos esos días de descanso por Arusha fue averiguar cuanto costaría que Gigi se pusiera extensiones, y un sitio donde yo me pudiera cortar el pelo. No nos costó mucho encontrar un sitio donde pusieran extensiones, y así de repente, a Gigi ya no la miraban por la calle por ser blanca, sino que algunos locales incluso la felicitaban por ese pelo.

En mi caso, el corte de pelo fue al más auténtico estilo tanzano, como podeis ver en alguna foto. Fué tan barato, creo que un dólar, que me corté el pelo tres veces en un mes, y es que además ir a la barbería, situada en el hueco de una escalera de un edificio, era toda una experiencia.

Otro de nuestros objetivos fue conseguir ropa discreta, es decir, que no fuera ni de montaña, ni de safari. Con esa idea en mente, y usándola como excusa, nos fuimos recorriendo todos los mercadillos de la ciudad, sin comprar nada, simplemente explorando e intentando establecer referencias de precios. Al final, tanto Gigi como yo nos compramos unos tejanos y una sudadera, evidentemente de segunda mano, como la mayoría de las cosas que usa la gente allí.

A todo esto, un día decidimos organizar una expedición al Mount Meru, que con sus 4562 metros es el segundo de Tanzania y la quinta montaña más alta de África. Y quien mejor que Aydid, que en aquel entonces ya hablaba sobre que uno de sus objetivos era llegar a ser guía, para ayudarnos con los preparativos.

En cuestión de un par de días, ya estaba todo organizado, y nos dirigíamos a la Momella Gate, situada a 1500 metros de altitud y desde donde empezaríamos a caminar. Lo más curioso de la ascensión al Mount Meru és que transcurre íntegramente dentro del Arusha National Park, una reserva donde hay todo tipo de animales como monos, elefantes, jirafas, cebras, leopardos, y búfalos. Por eso, el grupo tiene que ir acompañado por un ranger, que va armado con un rifle.

De subida todo transcurrió sin problema, sin embargo todavía recuerdo que de bajada uno de los días tuvimos que bajar desde el campo Saddle Hut hasta Miriakamba sin nuestro ranger, ya que tuvo que acompañar a unos alemanes con quienes compartíamos grupo y tuvieron problemas de altura. Durante esa bajada, que transcurre en buena parte a través de una selva muy tupida, divisamos unos cuantos búfalos, claramente vimos como nos estaban observando, y estaban bastante cerca. Nosotros no fuimos suficientemente conscientes del peligro potencial al que estábamos expuestos, pero alguno de nuestros porteadores, y sobre todo nuestro guía, estaban realmente preocupados.

Aparte de esa situación, nuestra ascensión al Mount Meru fue como la seda. Gigi, aunque en el Kili había tenido problemas, estaba todavía perfectamente aclimatada, y con este pico marcaba un nuevo techo personal. Originalmente, yo le había propuesto a Sandy haber venido al Mount Meru a aclimatar, y posteriormente ir a intentar el Kilimanjaro, pero por cuestión de fechas no podía ser. Ahora, a toro pasado, y teniendo en cuenta experiencias mías anteriores en los Andes y el Himalaya, tengo claro que mi idea original era la correcta.

Cuando por fin llegamos a la base de la montaña, nuestro ranger nos preguntó si queríamos ir a buscar algunos animales. Obviamente dijimos que sí. Ir caminando por una reserva con fauna salvaje, aunque vayas acompañado de un rifle, genera una sensación especial, ya que te encuentras al mismo nivel que los animales, sin la protección de un coche. Mientras caminábamos, de repente de debajo del suelo y a unos cuatro o cinco metros por delante nuestro, salieron en estampida un grupo de unos seis o siete jabalies verrugosos, o facoceros. Sí, el famoso Pumbaa del rey león!

Un poco más adelante, de entre unos árboles aparece la cabeza de una jirafa, y a medida que avanzamos hacia un claro, empezamos a ver una, dos, tres, cuatro... un nutrido grupo de jirafas. Nos acercamos lo que considera el ranger que es prudente, y nos paramos. El espectáculo és indescriptible. Estamos de excursión, bajando de una montaña, y a escasos metros de un rebaño de jirafas. Una de ellas se acerca hacia nosotros, se planta justo delante, nos observa durante un rato, y luego vuelve con el grupo.

De esta manera, el Arusha National Park nos quiso hacer un regalo antes de acabar la expedición. Puedes ver documentales por la tele, puedes ver animales en zoológicos, pero nada compara el vivir en primera persona un encuentro como este.

Tras el Mount Meru, volvimos a nuestro centro de operaciones en Arusha, y empezamos a maquinar lo que sería el siguiente capítulo de nuestra estancia en Tanzania. Desde Barcelona, siempre habíamos pensado en alquilar una furgoneta y recorrer algunas zonas por nuestra cuenta, en particular Zanzibar.

Sin embargo, al final abandonamos la idea, principalmente por presupuesto, y porque no nos pareció fácil. Así, después de hablar con Aydid, que este nos explicara que su hermana vive en Dar Es Salaam, desde donde se cogen los ferries a Zanzibar, que él nunca había estado ni en Dar, ni en Zanzíbar, y que le encantaría ir, nos pusimos manos a la obra.

El viaje desde Arusha a Dar lo hicimos en el Kilimanjaro Express, un coche de línea que por un módico precio hace el trayecto diariamente. Una buena manera de ver el país, ya que son unas 12 o 14 horas por carretera, viendo y experimentando todo igual que los locales. Una vez en Dar, fuimos a visitar a Marina, la hermana de Aydid.

Su marido, curiosamente con nombre castellano, Agustín, nos llevó a buscar el ticket para el ferry, el cual es significativamente más caro si eres extranjero. La nota divertida en Dar Es Salaam, que es una ciudad bastante grande y gris, la dieron los sobrinos de Aydid, de nombre Megan, Mebo y Mabri, y una primita, Bright.

Al día siguiente cogimos el ferry, y en un par de horas ya desembarcábamos en Zanzibar. Zanzibar City es la capital de la región de Zanzibar, un archipiélago formado por varias islas, la más grande de las cuales es Unguja, que recorrimos de norte a sur y de este a oeste en dala dala. Zanzibar City es encuentra en la parte oeste de la isla.

De Zanzibar nos encantó el casco antiguo, que recorrimos decenas de veces durante los cinco días que estuvimos por allí. Además, durante esos días cambiamos de alojamiento tres veces, siempre buscando la opción más económica, y a la vez conociendo nuevos anfitriones y rincones de la ciudad. Sin embargo, el resto de la isla nos decepcionó un poco, ya que es mayoritariamente turístico, incluso con tramos de costa privados.

Nos llevamos las gafas para hacer snorkelling, però si realmente quieres ver algo tienes que pagar una barca y perderte en alguna otra isla. Aún así, nos echamos unas buenas risas, y Aydid, que solo entonces nos confesó que nunca antes había visto el mar, pudo pegarse unos buenos baños en el Océano Índico.

Zanzibar, sin embargo, no parece ser parte de África. La mayoría de la población és musulmana, y tiene una gran influencia árabe, de los tiempos en que la ciudad era un centro neurálgico de tráfico de esclavos, marfil y especias.

Después de un movidito trayecto en ferry para volver desde Zanzibar a Dar, pasamos una noche en la capital en un hotel que nos consiguió Marina y donde parecía que nunca habian visto europeos. A la mañana siguiente, super temprano, teníamos que coger el Kilimanjaro Express de vuelta a Arusha. Habíamos quedado con Agustín y Aydid, que se había quedado a dormir en casa de su hermana, unos 30 minutos antes, para así llegar a la estación de autobuses tranquilamente.

Pero si los safaris y subir a las dos montañas más altas de Tanzania habian conllevado algún pequeño riesgo, eso no fue nada con lo que pasamos en esos 30 minutos. Resulta que el coche de Agustín se había quedado bloqueado por otros coches que habian aparcado mal durante la noche.

Aydid empezó a venir caminando hacia nosotros. Nosotros, que teníamos una tarjeta SIM tanzana, estábamos prácticamente sin saldo, esperando ansiosos delante de la puerta del hotel. Cuando Aydid por fin aparece, lo hace en una moto. Pràcticamente no hay tráfico, no se ve un alma en la calle. Tenemos una moto y un conductor, pero nosotros somos tres, y además con dos mochilas un poco grandes. Los minutos van pasando, y no parece que vayamos a llegar a tiempo al autocar!

El chico de la moto nos dice que nos esperemos un momento. Arranca y se va. Al cabo de un interminable minuto, o eso me pareció a mi, aparece de nuevo nuetro motorista, seguido de otra moto. Errrrrr... un momento... espera... pero si somos 3!.

Aydid y Gigi se subieron en una de las motos, yo me subí en la otra, y empezamos una pseudo-persecución por las calles de tierra de los suburbios de Dar, obviamente nosotros tres sin casco. A nuestro lado, Tom Cruise en Mission Impossible es un aficionado!

Aún no sé ni como, pero llegamos a la estación, y pudimos subir al autocar unos segundos antes de salir!

Nuestro viaje empezaba a tocar a su fin, así que una vez de vuelta en Arusha, dedicamos los últimos días para hacer algunas compras, y visitar algun mercadillo rural, cosa que nos encantaba ver porque son una perfecta representación de la vida de los tanzanos, incluidos los Maasai, que lejos de lo que pensábamos nosotros antes de ir a Tanzania, son un pueblo muy numeroso y muy sociable.

Un viaje que no nos ha dejado indiferentes, una tierra privilegiada, una cultura llena de aspectos que nos hacen reflexionar sobre la vida. Algún día esperamos volver.

Asante sana, Tanzania! Y muchas gracias a todos los que, de una manera u otra, habeis sido parte de este viaje y habeis hecho que sea tan especial.

¿Quieres ver más fotos? Pincha aquí!

Y al final puedes ver una pequeña compilación de vídeos que iba haciendo Gigi con su móvil.